...Cuando poco a poco se esconde el Sol, después de estar todo el día dándonos lo mejor de él.
Cuando se empiezan a encender las luces eléctricas...Si todo esto, lo observas llegando a un pueblo cualquiera, de esos pequeñitos, donde una carretera de curvas poco pronunciadas, te lleva desde el pueblo principal hacia lo alto de la montaña...si, de esos donde sus pequeñas y escasas casas están construidas de piedra por fuera, con una chimenea haciendo de gran anfitriona, recibiéndote con la mayor de las cálidas caricias que puedes recibir en una noche fría de invierno, y que ella te da a través de sus troncos ardiendo....Esos troncos que bailan al son de las llamas del fuego.
Entonces...
Conoces la magia de "estar como en casa".
Si sigues observando, antes de entrar en alguna de esas casas, te das cuenta de los pequeños detalles, esos "grandes" detalles que durante el día, el Sol con su magnificencia hace que nos perdamos.
De noche, y con las luces encendidas todo toma un cariz mas intimo, mas sereno, la tranquilidad, la paz, todo se instala como de golpe, haciendo que nos ralenticemos, que seamos capaces de observar las cosas que nos rodean, cosas sencillas, pero bellas...Tan bellas como ver como unas enredaderas ascienden por la pared de una de esas casas, decorándola y abrazándola...
Tan bello como el silencio de un pueblo, donde, cuando sus pocos habitantes se cobijan al fin del día, de un día que para algunos habrá sido de alegría, para otros de tristeza, para otros de lucha, para otros simplemente de rutina.... te grita, ven pasea por mis calles, estoy para que te sientas feliz, soy todo tuyo...
Todas esas cosas, y muchas otras, suceden en un pueblo al que amo...Cuando se encienden las luces....
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